jueves, 29 de mayo de 2008

Pícaro.


La novela picaresca nació como parodia de las demasiado idealizadoras narraciones del Renacimiento: epopeyas, libros de caballerías, novela sentimental, novela pastoril... El fuerte contraste con la realidad social generó como respuesta irónica antinovelas de carácter antiheroico protagonizadas por anticaballeros que amaban a antidamas en países que, como España, mostraban lo bruto y lo sórdido de la realidad social de los hidalgos empobrecidos, los miserables desheredados y los conversos marginados frente a los caballeros y los indianos enriquecidos que vivían en otra realidad que era observada solamente por encima de sus cuellos engolados.
Por otra parte, la novela picaresca es según Herrero García,
Un producto pseudoascético, hijo de las circunstancias peculiares del espíritu español, que hace de las confesiones autobiográficas de pecadores escarmentados un instrumento de corrección.
En España el género sacaba la sustancia moral, social y religiosa del contraste cotidiano entre dos estamentos, el de los nobles y el de los siervos. Durante el siglo XVII comienza a vulgarizarse y degradarse la hidalguía y Don Quijote o el hidalgo pobre que se hace servir por el Lazarillo son ilustraciones de este fenómeno en la literatura española, que tienen también correlato en el mundo farsesco reflejado por el género teatral del
entremés. El humilde guitón, bigardo o pícaro de cocina como tal es un anticaballero errante en una «epopeya del hambre» a través de un mundo crapuloso, donde sólo se sobrevive gracias a la estafa y el engaño y donde toda expectativa de ascenso social es una ilusión; los vagabundeos de un Pablos o de un Guzmán constituyen el contrapunto irónico a los de los valientes caballeros. El Lazarillo de Tormes (1554) es el comienzo de una crítica de los valores dominantes de la honra y de la hipocresía que hallará su culminación y configuración canónica con la Primera parte de Guzmán de Alfarache (1599), de Mateo Alemán.

Cubierta de una de las ediciones de 1554 del Lazarillo de Tormes
Las características de este género son las siguientes:
1. El protagonista es un
pícaro, de muy bajo rango social o estamento y descendiente de padres sin honra o abiertamente marginados o delincuentes. Perfilándose como un antihéroe, el pícaro resulta un contrapunto al ideal caballeresco. Su aspiración es mejorar de condición social, pero para ello recurre a su astucia y a procedimientos ilegítimos como el engaño y la estafa. Vive al margen de los códigos de honra propios de las clases altas de la sociedad de su época y su libertad es su gran bien, pero también tiene frecuente mala conciencia.
2. Estructura de falsa autobiografía. La novela picaresca está narrada en primera persona como si el
protagonista, un pecador arrepentido y antihéroe, fuera el autor y narrara sus propias aventuras con la intención de moralizar, empezando por su genealogía, antagónica a lo que se supone es la estirpe de un caballero. El pícaro aparece en la novela desde una doble perspectiva: como autor y como actor. Como autor se sitúa en un tiempo presente que mira hacia su pasado y narra una acción cuyo desenlace conoce de antemano.
3. Determinismo: aunque el pícaro intenta mejorar de condición social, fracasa siempre y siempre será un pícaro. Por eso la estructura de la novela picaresca es siempre abierta. Las aventuras que se narran podrían continuarse indefinidamente, porque no hay evolución posible que cambie la historia.
4. Ideología moralizante y pesimista. Cada novela picaresca está narrada desde una perspectiva final de desengaño; vendría a ser un gran «ejemplo» de conducta aberrante que, sistemáticamente, resulta castigada. La picaresca está muy influida por la
retórica sacra de la época, basada en muchos casos, en la predicación de «ejemplos», en los que se narra la conducta descarriada de un individuo que, finalmente, es castigado o se arrepiente.
5. Intención satírica y estructura itinerante. La sociedad es criticada en todas sus capas, a través de las cuales deambula el protagonista en una estructura itinerante en la que se pone al servicio cada vez de un elemento representativo de cada una. De ese modo el pícaro asiste como espectador privilegiado a la hipocresía que representa cada uno de sus poderosos dueños, a los que critica desde su condición de desheredado porque no dan ejemplo de lo que deben ser.
6.
Realismo, incluso naturalismo al describir algunos de los aspectos más desagradables de la realidad, que nunca se presentará como idealizada sino como burla o desengaño.
Trayectoria del género.
El elemento picaresco ha sido una constante en la literatura universal. Aparece en el Satyricon de
Petronio Árbitro, en El asno de oro de Lucio Apuleyo y en otras obras clásicas, pero también en la Edad Media a través de la literatura goliardesca uno de cuyos representantes hispánicos es Juan Ruiz, arcipreste de Hita, y su Libro de Buen Amor; en las maqamat árabes configuradas como género a fines del siglo X por el persa Al Hamadani; en los fabliaux franceses; en la novela en verso Espill (Espejo, 1460), del valenciano Jaume Roig; en las aventuras folclóricas del astuto campesino medieval Till Eulenspiegel recopiladas por primera vez en 1515 en una antología alemana, probablemente basada en un original más antiguo de la Baja Sajonia; en Giovanni Boccaccio y en el Arcipreste de Talavera Alfonso Martínez de Toledo, en La Celestina de Fernando de Rojas y sobre todo sus continuaciones, entre las que destaca la de Feliciano de Silva; en las autobiografías y biografías de criminales estudiadas por Parker, en La lozana andaluza de Francisco Delicado, etc.

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